TOKIO ¿CUÁNTO VALEN LAS MEDALLITAS?
* por
José María Cabrera
Millones y millones de dólares es el costo que un país
debe gastar sostenidamente durante varios años, para implementar y poner en
marcha un sistema deportivo capaz de lograr que sus máximos exponentes se
encuentren, finalmente, en condiciones de ganar una medalla olímpica.
Si esto es tan costoso, ¿vale la pena asignar estos
recursos al deporte en vez de a hospitales, colegios, carreteras y tantas áreas
de importancia para el bienestar y desarrollo de un país?
Sea dicho de paso, y esto no es un dato menor, nuestra
propia Constitución Política del Estado, en su Artículo 105, ha establecido,
nada más y nada menos, que garantizar los medios y recursos necesarios para la
práctica del deporte competitivo, es una auténtica obligación financiera del
Estado.
No obstante ello, y en perenne desobediencia a éste
mandato constitucional, Bolivia, de modo muy distinto a lo hecho por las
potencias olímpicas como EUA o China, e incluso a diferencia también de otros
países de similar tamaño al nuestro, como Ecuador o Colombia, históricamente ha
optado por ahorrarse esos recursos y más bien asignarlos a otros rubros, y
precisamente por esa decisión, y no otra, nuestro país continua padeciendo una
muy penosa e irremediable situación. Veamos cuál es esa realidad.
El simple hecho de que nuestros atletas jamás obtendrán
preseas deportivas, finalmente resulta siendo una nimiedad si se cae en cuenta que
la verdadera ganancia o pérdida de un país, al decidir destinar o no significativos
recursos al deporte, es en realidad el temple y carácter que formará en toda su
población nacional, inmersa en la masificación deportiva, de modo que
lúdicamente sus ciudadanos podrán aprender a ser muy disciplinados, fijarse
metas, trabajar duramente para alcanzarlas, sobreponerse ante las dificultades,
respetar las reglas del juego y a los árbitros (lo que equivale a respetar las
leyes y a las autoridades), desarrollar el espíritu competitivo, a trabajar en
equipo, cooperativamente, a no visualizar al adversario de turno como un acérrimo
enemigo que hay que aniquilar, a aprender de los errores, a soñar en grande,
muy en grande, y aspirar a ser los campeones, los mejores del mundo.
Como se puede ver, por medio del deporte el Estado puede
inculcar a su sociedad una amplísima gama de altos valores, lo cual no puede tener
otro resultado que elevar los rendimientos en múltiples áreas, que la misma
sociedad va obteniendo por sí misma a través del tesón de cada uno de sus
individuos.
Además de ello, el gasto en deporte también conlleva múltiples
beneficios en la salud mental y física de los ciudadanos, previniendo y
aliviando todo tipo de enfermedades y, finalmente, es bien sabido que la opción
de la juventud y la ciudadanía en general por el deporte, se constituye en una
eficaz alternativa de sano ocio que previene vicios, alcoholismo y
drogadicción. ¡Todo un paquete completo!, el mismo que nos permite caer en
cuenta que las meras medallitas, son tan solo migajas en comparación al gran
beneficio que han obtenido las Naciones que, a diferencia de Bolivia, sí han optado
por la decisión de asignar un cuantioso presupuesto para formar mejores
ciudadanos, y aunque no todos ellos logren colgarse una medalla olímpica, sin
duda alguna serán ciudadanos de gran valía gracias a los frutos que la práctica
del deporte ha dejado en ellos y ellas como una marca indeleble.
No se había equivocado nuestra Constitución, y mucha
sabiduría condensa el mandato de su Artículo 105, cuyo propósito trasciende
mucho más allá de la ganancia y acumulación de medallas, sino más bien al
acrecentamiento de hombres y mujeres con muy altos valores y valía, para forjar
un destino de gran bienestar y desarrollo para nuestra Patria boliviana.
*
@JoseMariaCabre es Abogado constitucionalista,
No hay comentarios.:
Publicar un comentario